Después fue cuando fuimos conscientes, sin querer, pero por fin fuimos
conscientes de que ya nos habían explicado aquello acerca de que cuando se
guardan cosas, siempre se deben guardar para alguien, no para uno mismo...
... esa fue la clave por la que, por arte de una
magia singular, comenzaron a surgir con precisión absoluta tantas cosas, tantas
cosas entre gatos y notas musicales, tantas y tantas cosas, entre significados
y significantes, entre sueños y poesías, entre lujos y lujurias... tantas cosas
que fuimos guardando, que fuimos guardando solo para ti.
... primero apareció un bombón, luego una luz y un arpegio, después se fueron desencadenado
latidos, líquidos, caderas, misterios, sirenas y laderas. Cien mil fuegos, y
refranes, sudaderas, neveras y escaleras. Un conejo, mi enredadera, tus
olvidos, mil palabras, mis desvaríos, un marinero y un par de navíos…
… y ya no pudimos hacer nada por evitarlo, esa cadencia innata que con fuerza de
volcán activo nos remitía a su cauce y nos peinaba el cabello salvaje y las
ideas inconexas y rabiosas que pugnaban entre ellas por asomar sus cabecitas
incendiadas entre las grietas de la pared, arañando la cal y el musgo
incipiente y el juego mudo de los espejos caleidoscópicos.
… y
quedamos atrapados sin remisión entre cosquillas, algún oasis, una explosión, en
aquel viejo león, en alguna deuda y en cierta ilusión. Atrapados sin remisión en la luna llena, en la perdición, en un par
de flautas, en la nieve, en tu sonrisa… y mucho calor...
(J + S, junio 2013)
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